El cuernipuerco

Gracia De Torres

 Según una tradición irlandesa que se remonta a tiempos inmemoriales, el cuernipuerco enano de nariz roja solo se aparece ante las borrachas que lo necesitan desesperadamente.

 Esther lo necesitaba desesperadamente. Un hombre enorme, enmascarado, cuya arma característica era un lanzallamas envuelto en alambre de púas, se había colado en su casa con aviesas intenciones. Lo sabía porque había visto unas cuantas películas y sobre todo porque la naturaleza de los lanzallamas envueltos en alambre de púas nunca resulta amigable.

 Encontró una botella de ginebra en el armario donde había decidido esconderse. Debía elegir entre llamar a la policía y beber.

 Marcó el número de la policía en su teléfono móvil con funda de colorines, pero nadie atendió a la llamada. O puede que el móvil estuviera sin batería. O sin cobertura.

 Se encogió de hombros. Empinó el codo.

 ¿Ya estoy lo suficientemente borracha?, se preguntó.

 -No, bebe un poco más -respondió el cuernipuerco enano entre los jerséis de lana.

 Esther gritó al reparar en aquel extraño ser con aspecto de Nopuedeserreal Nopuedesserreal Nopuedesserreal.

 -Te felicito, muchacha. Chillar como una loca cuando tratas de esconderte de un gigantón enmascarado. Muy inteligente por tu parte. Supongo que ya habrás huido escaleras arriba y que estarás deseando no encontrar las llaves del coche que de todas formas no arrancará a la primera.

 -¡Existes! Es decir, eres real.

 -Solo para las borrachas. Para el resto de la gente decente, soy una alucinación. En el mejor de los casos, una leyenda urbana de pelirrojos que se visten de verde y beben cerveza. Oink oink.

 La puerta del armario fue arrancada de un manotazo. Apareció un hombre enorme, armado con un lanzallamas. Parecía poco expresivo.

 -Menos mal que a mí no me puede ver -dijo el cuernipuerco mientras doblaba una falda-. Pero a ti sí. Salvo que él también esté borracho. Pídele que te eche el aliento.

 Esther fue capaz de sobreponerse al miedo cerval para preguntar:

 -Señor enmascarado de alevoso aspecto, antes de matarme sin razón aparente, más allá de algo que pudieran haber hecho mis ancestros antes de yo nacer, ¿le apetecería tomar una copita de ginebra?

 En el espejo del dormitorio aparecieron escritas las siguientes palabras:

SOY ASTEMIO

JELTER ESQUELTER

 -Anda, toma. Oink oink.

 Esther cogió el aparato que el cuernipuerco le ofrecía.

 -¿Qué es?

 -Un mando a distancia, para que cambies de canal durante la publicidad.

 El aparato disponía de dos botones. Uno donde se podía leer NO TOCAR JAMÁS 2.0 y otro con la leyenda ESTE SÍ.

 Apretó el ESTE SÍ.

 Una descarga de 2542 voltios achicharró los testículos del enmascarado. Esther volvió a gritar, esta vez de alivio. Sus ojos no daban crédito a lo que acababa de presenciar: el psicópata asesino serial, de repente, se había convertido en una especie de árbol de Navidad sin regalos bajo las ramas.

 -¿Qué ha pasado? -preguntó. Le costaba respirar. No tanto como a un ahorcado, pero casi.

 El cuernipuerco dejó de doblar ropa.

 -Que le puse electrodos en los huevos sin depilar y tú se los has cocinado, por así decir. Los huevos fritos con chorizo son un plato muy tradicional de la gastronomía española. En Irlanda tenemos el estofado de carne. Son las cinco de la tarde, ¿por qué no has hecho la cama todavía?

 Esther salió del armario. Se fijó en el cuernipuerco. Era rosa, gordo, con cara de cerdo de dibujos animados y llevaba puesto un pantaloncito corto verde con tres rayas blancas a los lados. Medía poco más de un metro.

 -Creo que me has salvado la vida, señor Cerdo estrafalario.

 -Me llamo Cuernipuerco.

 -Pero eso no es un nombre de verdad.

 -Tampoco yo soy de verdad. Un momento, ahora vuelvo.

 El cuernipuerco regresó y le arrojó un cubo de agua fría. Cuando se recuperó de la impresión, pensando que los cubitos de hielo y el patito de goma eran innecesarios, el cuernipuerco había desaparecido. Observó el cadáver del enmascarado junto al armario con los jerséis tirados por el suelo y unas cuantas faldas bien dobladas. Le quitó la máscara. Era su profesor de mates en el instituto.

Omnia – I don’t speak Human

*

Besitos cuernipuercos, almas bonitas.

Publicado por Joiel

Soy un zombie zombi.

6 comentarios sobre “El cuernipuerco

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