Cómo se pescaban los tiburones en Groenlandia

Don Humberto

 Pocas veces suele contarse, entre los oficios de antiguo, el de cazador de tiburones a pelo. Mucho es lo que sabemos de los ladrones de tumbas, los serenos, las mamporreras de abuelos quejosos que malviven en hospicios a las afueras o los afiladores, pero lo que aquellos hombres hacían al norte del océano Glacial Ártico… Qué historia, señores míos.

 El tiburón de Groenlandia llega a vivir más allá de los cinco siglos. Me gusta pensar que un primo de Cristóbal Colón, para celebrar la gesta de su pariente, dio de comer ingleses y franceses en abundancia a uno de estos peces grandes. Le hace a uno renovar su fe en la humanidad.

 Además de por su longevidad y lo miopes que son, como un Rompetechos con dentadura a estrenar, destaca lo que tardan en alcanzar la madurez sexual, más de un siglo hasta poder meterla en caliente, por así decir, pues viven en aguas ciertamente gélidas, lo que no ayuda al izado de bandera. Esos primeros ciento y pico años deben de resultar bastante aburridos, teniendo en cuenta las pocas diversiones existentes en aquellas latitudes.

 De ellos es muy apreciada la carne. Con ella se prepara el hákarl, un platillo típico islandés que se sirve a taquitos, como el jamón pero cambiando cerdo por tiburón. Como la carne del gran pez cartilaginoso es tóxica antes de consumirla hay que dejar que se pudra, lo que ocasiona un hedor tan fuerte que incluso causa desmayos entre los más osados. En palabras de mi amiga Regismunda de Quevedo y Alcázar, «hay que estar muerta en vida para que te guste eso, mi señor Joiel». Cabe señalar que se suele comer acompañado de una bebida llamada popularmente «muerte negra», lo que nos puede dar una idea de la intensidad del sabor.

 Hasta hace no demasiado tiempo para pescar a estos tiburones tan impresionantes se empleaban enanos. Era digno de verse al capitán del barco llegando al punto señalado en el mapa, exclamando «pues ya hemos llegado», e invitando al señor enano a desnudarse para no mojarse los ropajes.

 El enano, como toda persona culta y de mundo sabe, es un ser intrépido y aventurero por naturaleza desprovisto de miedos, pero aquellas aguas y aquellos peces eran, son y seguirán siendo por los siglos de los siglos, el origen de muchos relatos de terror. Se estima que cada año fallecen doscientos niños de congoja mientras sus abuelas les relatan con todo lujo de detalles Los cuentos de la vieja Groenlandia y sus oscuras aguas. La cifra suma y sigue y no parece tener un fin próximo.

 Es curioso cómo algunas tradiciones perduran en el tiempo, por ejemplo la de los marineros del pesquero rodeando al enano ya desnudo, todos señalándole el pito y entonando eso de «pito de enano bombona de butano para el culo de mi hermano» debido a lo que se cuenta de estos portentosos seres en los salones literarios frecuentados por damas de la alta sociedad mientras sus esposos juegan al cricket, fuman en pipa o toman el té estirando el dedo chiquitín.

 El hecho es que el enano correspondía la gentileza con un simpático baile que ponía en duda las leyes de la gravedad antes de lanzarse de cabeza al mar, como los valientes. Mucho tenía que bucear el intrépido, pues el tiburón de Groenlandia vive en aguas muy profundas, antes de dar con uno de ellos y provocarle. No bastaba con mostrar el culo, pues estos animales son, como ya he señalado previamente, cortos de vista, así que normalmente el enano optaba por realizarse un corte en la palma de la mano para incitar al bicho a ir tras él. Cabe señalar la falsedad de la creencia popular de que los enanos se masturbaban ferozmente en las narices del pez hasta eyacular con la generosidad que de ellos se espera. Esta patraña es atribuible a la sociedad secreta de los pelirrojos, celosos por no tener ellos enanos en abundancia en sus tierras del olvido. Las mentes calenturientas no son bienvenidas aquí.

 El tiburón, percibiendo la sangre, se lanzaba hacia el origen del deleitoso néctar, que no era otro más que el enano, entregado con furia porcina al noble arte de nadar a lo perrito hasta la superficie, donde aguardaba un gancho (llamado ¡oh, el ganchooo!) para ponerlo a salvo, lejos de las fauces del tiburón, que era arponeado sin piedad hasta rendirlo mientras al pequeño hombrecito se le procuraba un chocolate caliente y cuando había, también unos churros.

 Actualmente, el empleo de enanos para capturar tiburones está prohibido por las Convenciones de Ginebra, que condenan explícitamente «la utilización de personas deformes o contrahechas para la captura de animales marinos y pelirrojos so pena de mil latigazos y algún quebranto a quien infligiera o infligiese la ley.» A juicio del lector queda el considerar si un enano es deforme o contrahecho y no un ser bondadoso, de afectos enardecidos y pasiones variadas, bohemio en grado máximo además de un espléndido amante entregado a la pasión.

 Antes de acabar me gustaría señalar algo importante: durante los siglos donde se practicó la pesca del tiburón de Groenlandia con enanos ninguno de ellos resultó herido. ¿Cómo es eso posible, habida cuenta de la ferocidad de la que hacen gala estos animales tan implacables?

 Muy fácil, querido amigo: los tiburones aman a los enanos con toda su alma y jamás dañarían o violentarían a uno de ellos, pues los saben puros de corazón. Es algo que solo la gente del Pueblo Pequeño conocemos, al menos hasta hoy, cuando he decidido haceros partícipes de nuestro grande secreto. Por favor, no se lo contéis a nadie más. Hacedlo por ellos, por todos nosotros.

Aerosmith – I Don’t Want To Miss A Thing

Publicado por Joiel

Soy un zombie y un zombi.

3 comentarios sobre “Cómo se pescaban los tiburones en Groenlandia

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